Diagnóstico erróneo. Eso ocurre generalmente por falta de competencia y preparación. Un orientador profesional debe estar constantemente preparándose para poder enfrentar las realidades cambiantes de las familias y de las problemáticas personales.
Tratamiento negligente. Un orientador podría eventualmente actuar de manera inapropiada, por ejemplo, al no respetar el secreto profesional, o no actuar adecuadamente con el consentimiento informado que consiste en explicar claramente a la persona lo que le ocurre.
Sacar provecho. Las personas que consultan a un orientador familiar, generalmente, por la naturaleza de los problemas que enfrentan se sienten vulnerables, y fácilmente se podría actuar de una manera incorrecta sacando algún tipo de provecho de dicha situación, manipulando, incluso, hasta llegar en algunos casos graves a involucrarse sexualmente con el o la paciente.
Fracasar en el seguimiento. Ninguna problemática familiar se soluciona de la noche a la mañana, por lo que es preciso hacer un seguimiento que permita ir evaluando el desarrollo de las personas y las respuestas a sus conflictos.
Abandono. Una persona vulnerable es mucho más sensible que otras personas, por lo que un orientador no puede abandonar a un paciente por que se ha cansado o porque ya no quiere seguir con una persona. En ese caso, por honestidad profesional, debería delegar en otro profesional la atención, pero no dejarla.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
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