La lógica dice que si una persona tiene un problema que lo supera va a pedir ayuda. La realidad es que la mayoría de las personas lo hace, pero, cuando se trata de problemas matrimoniales o de familia, hay ciertos profesionales que son reacios a buscar a otro profesional para que lo guíe. Es como si se bloquearan mentalmente a la hora de admitir que tienen un problema y recurrir a alguien para obtener ayuda.
En la consulta de los orientadores familiares, las primeras en pedir ayuda, generalmente, son las mujeres. Son ellas las que vienen, las que concertan citas, y las que, en muchos casos, obligan a sus maridos a acompañarlas.
Los varones por formación tienden a creer que los asuntos familiares son privados y que no deben exponer ni exponerse frente a un extraño. De algún modo se sienten amenazados en su hombría y en su capacidad masculina. De hecho, muchos varones suelen reirse y burlarse de aquellos que solicitan ayuda.
Sin embargo, a este problema que tiene raíces en el sexismo y el machismo imperante, se suma otro. Muchos profesionales no aceptan orientación, especialmente, porque en sus profesiones están enfocados en ser ellos los competentes y aptos, y no se visualizan a sí mismos teniendo que ir donde alguien para que les diga lo que no quieren escuchar. En cierto modo, lo sienten como una derrota.
Los profesionales más reacios a pedir ayuda en orientación profesional son:
Médicos. Ellos diagnostican, intervienen, orientan... y la mayoría no está dispuesto a recibir lo mismo al revés. A eso se suma que la mayoría de los médicos son personas estresadas, muchos adictos a medicamentos que se autodiagnostican para enfrentar la presión de la profesión, todo lo que incide en sus hogares y sus relaciones afectivas. Llevo más de 25 años en la orientación familiar y puedo contar con los dedos a los médicos que he atendido.
Abogados. Por un problema de desformación profesional tienden a ser desconfiados por naturaleza y ven reyertas y conflictos donde no los hay. Ellos resuelven. Buscan resquisios legales. Se las juegan por ganar. De hecho, un buen abogado se concibe a sí mismo como un ganador. Ir a pedir ayuda es sentido como una derrota personal, así que simplemente, no piden ayuda en problemas familiares. En 25 años he atendido sólo a un abogado, y otros colegas en la orientación pueden decir algo similar.
Pastores y religiosos. Los líderes de iglesia son los que predican y han tegido una imagen de impolutos. Ellos orientan a los pecadores, están en los momentos difíciles de las familias, dan consejos, predican, se presentan como individuos que tienen una razón y una verdad que las demás personas admiran. Por esa razón, admitir que se tienen dificultades familiares, en muchos sentidos es visto como un cisma a su ministerio, por eso simplemente, no piden ayuda. En todos los años que llevo trabajando con familias he atendido a muchas esposas de pastores, pero, contado con los dedos a los pastores que vinieron por su propia voluntad.
Psicólogos y psiquiatras. Supuestamente quienes trabajan en salud mental deben tener un consejero personal, alguien que le ayude a lidiar con sus conflictos y con los procesos de asociación que inevitablemente se producen en la consulta. Muchos lo han entendido y suelen consultar a otros colegas al menos una vez al año. Sin embargo, la mayoría cae en el mismo vicio de otras profesiones de ayuda, como viven enfocados en otros, reconocer que se tiene un problema matrimonial se lee como una derrota personal.
A estos profesionales se suman administradores, políticos, y gente que trabaja en profesiones de ayuda.
La verdad es que todos, sin excepción, en algún momento de la vida necesitan ayuda. No es posible tener todas las respuestas, de hecho, nadie las tiene todas. Por esa razón, admitir un error y pedir ayuda demanda mucha inteligencia emocional, que algunos, simplemente, no la tienen y terminan, por no pedir ayuda, hundiendose en problemas que tal vez, con orientación adecuada, podrían haberse resuelto.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
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